Mi familia no es normal… por suerte.
Hay de todo, un ejemplo es mi primo Gastón. Cuando yo tendría nueve años y él
ocho más o menos, estábamos aburridos y queríamos dar una vuelta, pero él no
quería empujarme. No tenía ganas de empujarme como la gente común, así que agarró
una soga y ató la silla al cuadro de su bicicleta de manera que quedaran la
rueda trasera de la bicicleta entre los apoya pie de la silla. Empezó a
pedalear y anduvimos bastante bien un par de metros. Pero no contamos con una
pequeña zanja que había en el patio de cemento, en la que justo cabía mi rueda
trasera…así que nos fuimos al carajo
como era lógico. Pero visto en perspectiva mi primo era un visionario. Hoy veo
sillas con bicicletas incorporadas…eso sí hay que evitar las sogas y la zanja.
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